Los cabalistas nos explican que el deseo es la única
creación que el Creador creó, y se compone de los 613 (Tariag)
diferentes deseos en sus diferentes manifestaciones. Nosotros vivimos dentro de estos deseos. Somos todos estos
deseos.
La Luz del Creador ilumina estos deseos.
Concretamente, Él separa este único deseo común en una multitud de deseos
particulares, porque bajo la influencia de la Luz, el deseo se divide y
se hace más complejo. Es por eso que se divide en diferentes partes, incluso
partes que son opuestas entre sí.
Entre estos deseos hay deseos contrarios y opuestos a
la Luz y otros apoyan y son semejantes a Ella. Dentro de nosotros tenemos
deseos malos, que nos separan y alejan de la Luz. Estos se denominan “la
inclinación al mal” (Yetzer Ra), “las fuerzas malas” (Kojót HaTuma),
y el lado opuesto (Sitra Ajra). Los buenos deseos dentro de nosotros,
llamados Yetzér Tov, que nos acercan a la meta y nos ayudan a
alcanzarla. Estos se denominan las “fuerzas de la santidad” (Kojot HaKedusha).
En nosotros hay también deseos que están en diferentes
niveles de desarrollo: inanimado, vegetativo, animal y humano. Además, hay
deseos denominados “ángeles”, “demonios”, y “espíritus”, etc.
Existe una multitud de diversos tipos de deseos, pero todos se encuentran
dentro de nosotros: ellos nos constituyen.
Pero nos relacionamos con nuestros deseos y cualidades
de diferentes maneras. A algunos de ellos los tratamos como si fueran muy
cercanos a nosotros y a otros como si estuvieran más alejados o fueran opuestos
a nosotros, e incluso como perjudiciales o benéficos. Los tratamos de una forma
u otra, dependiendo de nuestra meta, de nuestra forma de trabajar con ellos y
otras consideraciones.
Sin embargo, sin importar lo que digamos, pensemos o nombremos
siempre nos referimos a nuestros deseos. Las personas que vemos a nuestro
alrededor también son expresiones de nuestros deseos: un deseo que ha tomado
“nuestra” forma bajo la influencia de la Luz.
Algunos deseos son grandes y relativamente constantes,
y si cambian lo hacen lentamente. Estos deseos están en el nivel inanimado de
desarrollo. Otros deseos son más flexibles y se encuentran en los niveles
vegetativo y animado. Cambian con mayor rapidez o más lentamente según sea su
tipo y fuerza. Todos estos deseos dependen de un nivel más elevado de deseos,
el nivel humano, también llamado “el alma”. Los deseos “animados”, que son más
pequeños que este nivel, se llaman “espíritus” y “ángeles”.
Además, las “cámaras” son diferentes tipos de espacios
o cavidades; son deseos del nivel animado que tienen sus propias
características. Algunos deseos operan dentro de estas cámaras y son más
activos y flexibles y son los “espíritus” que están en el nivel vegetativo. Los
deseos que son todavía más activos operan dentro de los espíritus; estos son
los “ángeles”, el nivel animado. Finalmente, en un nivel más profundo hay almas
que se ayudan entre ellas.
De esta forma, El Zóhar nos revela el
mundo entero. Pero todo este mundo se encuentra dentro de mi y de mis deseos.
Es como si estuviera viajando entre ellos, como un personaje de caricatura
paseando dentro de mi propio cuerpo, penetrando en diversos órganos y los
espacios entre ellos y observando cómo funciona todo este organismo.
El Zóhar describe algo
muy parecido. Nos dice cómo somos en el mundo espiritual y que todo el mundo
espiritual es nuestro deseo, que aparece ante nosotros como si estuviera dentro
o fuera, en toda clase de estados diferentes. Y todo esto es con la intención
de que trabajemos con ello.
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