domingo, 4 de noviembre de 2012

El nacimiento espiritual


La persona sólo puede adquirir propiedades altruistas y salirse (liberarse) de las egoístas, entrar en el mundo de la corrección y alcanzar la primera propiedad espiritual, sólo cuando logra dominar toda manifestación de sus cualidades egoístas. Naturalmente, esas fuerzas anti-egoístas no existen en un ser humano. Una nueva fuerza espiritual aparece en la persona sólo bajo la influencia de lo Alto; esta fuerza le asiste a superar sus deseos naturales.

La  liberación de las garras del egoísmo ­–el Faraón –  se denomina ‘la liberación de Egipto’ o ‘el éxodo de Egipto’, mientras que la adquisición de nuevas propiedades altruistas se llama ‘entrar en la tierra de Israel’.

El nacimiento espiritual se asemeja al nacimiento del ser humano en este mundo: un embrión dentro del cuerpo de la madre disfruta del medio ambiente más cómodo para su desarrollo. Hasta nuestro nacimiento espiritual, estamos bajo el control absoluto de la fuerza espiritual que se desarrolla con nosotros.

Sin embargo, en relación con la criatura per se, se puede decir que hasta su nacimiento, el bebé existe en el vientre de su madre, en la oscuridad, sin darse cuenta de dónde está, de quién es; no puede moverse ni alimentarse a sí mismo. Todo le viene de su madre. Tal es nuestro estado hasta el nacimiento espiritual.

Un bebé nace en este mundo en el momento en que alcanza la madurez prenatal. Si  no llega a nacer, o si no abandona el lugar que fue tan adecuado hasta ese momento, perecerá. Así pues, el mejor lugar se convierte en el más peligroso. ¡Si se queda allí demasiado tiempo, fallecerá! Esta es la razón por la que la madre misma expulsa al feto.

La persona puede percibir su naturaleza egoísta y existir conscientemente bajo su control, en el ‘exilio de Egipto’, únicamente si siente de manera parcial las propiedades del mundo espiritual, como sin fuera desde “lejos”, el “viento de la libertad”.

La permanencia inconsciente y posteriormente consciente en el exilio de Egipto es una de las etapas obligatorias del período “prenatal” de desarrollo de la persona y en la Cabalá se llama Ibur (feto).

Antes de nacer espiritualmente, uno debe primero sentirse como un embrión espiritual, percibido como el nacimiento de los deseos espirituales propios.
Sólo después de que uno nace espiritualmente, recibe la sensación y comprensión de lo que significa existir en el mundo espiritual: respirar autónomamente, recibir del Superior, rogar, sentir al Superior como el procreador y el guardián.

El desarrollo posterior se asemeja al desarrollo de un ser humano recién nacido en nuestro mundo: la Fuerza Superior le guía meticulosamente a través de los grados espirituales, y cada grado espiritual posterior difiere del anterior sólo en términos de un deseo espiritual adicional, nuevo, corregido.

Inicialmente, el camino espiritual del hombre consiste en la adquisición de las propiedades-poderes altruistas: él crece de Maljut del mundo de Assiyá a Maljut del mundo de Atzilut, pasando por los grados de 30 Sefirot.
Durante este proceso, uno no utiliza sus deseos egoístas para  nada; sólo los rechaza.
Cuando uno llega a Maljut del mundo de Atzilut, en cuanto a sus propiedades, se dice que adquiere plenamente sus deseos altruistas –GE.

Después, siendo parte de Maljut del mundo de Atzilut, uno comienza a corregir sus deseos egoístas: eleva su AJAP al mundo de Atzilut, transformando los deseos egoístas en altruistas: el placer de recibir en ellos por el bien del Creador. Estas correcciones se realizan gradualmente, en 6000 partes o peldaños, llamados años.

Por Rav Dr. Michael Laitman

(kabbalah.info/es)


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